Fox, para no ofender a George W. Bush, llamó a Fidel Castro para pedirle que por favor no asistiera a una cumbre de presidentes en México.
RELACIONES EXTERIORES: Ahora que Colombia se enfrenta a un dilema entre Estados Unidos y Cuba por cuenta de la próxima Cumbre de las Américas, vale la pena reproducir la vergonzosa conversación telefónica que tuvo lugar entre Vicente Fox y Fidel Castro en 2002 por una situación parecida.
Sábado 3 Marzo 2012
Por estos días la canciller colombiana María Ángela Holguín enfrenta uno de los problemas diplomáticos más serios desde que se posesionó en su cargo. Hace unas semanas, en una cumbre de países del Alba, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, les propuso a los otros mandatarios no asistir a la Cumbre de las Américas en Cartagena si Colombia no invitaba a Cuba. Después de múltiples intrigas y gestiones diplomáticas de un lado al otro, se llegó a la situación actual: que Cuba sí quiere venir y Estados Unidos no lo acepta. Con elección presidencial este año y el voto latino definiendo, no hay ninguna posibilidad de que Obama se siente en la misma mesa con Raúl Castro. En todo caso, aunque no se sabe aún el desenlace, se anticipa que con la mano suave de la canciller se llegará a una solución de consenso.
Por considerar que este pintoresco episodio es de interés dada la coyuntura diplomática que está viviendo Colombia en la actualidad, SEMANA reproduce en forma sintética sus principales apartes.
Vicente Fox: Aló Fidel, ¿Cómo estás?
Fidel Castro: Dígame, señor presidente, ¿cómo está usted?
Fox: Primero, antes que nada, quisiera pedirte que esta conversación sea privada, entre tú y yo. ¿Estás de acuerdo?
Fidel: Sí, de acuerdo. (…)
Fox: Pero, mira, Fidel, yo te hablo primero como amigo.
Fidel: Si me habla primero como amigo, espero que no me diga que no vaya.
Fox: (Se ríe). Bueno, vamos a ver, déjame platicarte, a ver tú que opinas.
Fidel: Yo lo escucho pero, se lo advierto de antemano, le puedo ayudar en cualquier cosa menos en eso. (…)
Fox: La verdad es que no es muy de amigos avisar así a última hora y con esta sorpresa sí me pones en una buena cantidad de problemas, por ejemplo, problemas con tu seguridad.
Fidel: Bueno, yo no tengo ninguna preocupación. No necesito 800 hombres como los que lleva el señor Bush.
Fox: Bueno, pero tú puedes confiar en un amigo y me podías haber hecho saber un poco antes que pretendías venir, eso yo creo que hubiera resultado mucho mejor para ambos.
Fidel: Usted comprenderá que si ahora me dicen que no vaya, eso daría lugar a un escándalo mundial.
Fox: ¿Pero qué necesidad tienes de armar escándalo mundial, si te estoy hablando como amigo?
Fidel: Oígame, es que usted es el presidente del país anfitrión y, si me lo prohíbe, no me quedaría más remedio que publicar mañana el discurso que planeaba pronunciar allá.
Fox: Eso no, tú tienes todo el derecho. A ver, si de todas maneras pretendes venir, déjame hacerte una propuesta.
Fidel: Dígame, estoy dispuesto a escuchar una transacción.
Fox: Por qué no vienes el jueves por la mañana ya que tienes tu discurso a la una de la tarde.
Fidel: No se preocupe, yo lo ayudo en todo. No lo molesto en nada, no tiene que invitarme a las comidas.
Fox: No es para tanto. Inclusive te invito al almuerzo de ese día, inclusive te puedo sentar a mi lado. Pero una vez terminado el evento te regresas.
Fidel: ¿A la isla de Cuba? ¿O al Hotel?
Fox: A la isla de Cuba. (...)
Fidel: Correcto.
Fox: Fidel, ¿te puedo pedir otro favor?
Fidel: Dígame, ¿en qué más puedo servirlo?
Fox: Pues básicamente no agredir a Estados Unidos o al presidente Bush. (…)
Fidel: Óigame, señor presidente. Llevo 43 años en política y sé decir la verdad con la decencia y la elegancia necesaria. No albergue el menor temor de que le voy a soltar una bomba allí. (…)
Fox: Eso te lo agradezco. Entonces quedamos en que tú vienes el jueves y ahí me dejarás libre. Es la petición que te hago para que no me compliques el viernes.
Fidel: Yo comprendo todo, cosas de las cuales no vamos a hablar ahora. Estoy dispuesto a cooperar con usted. Me limitaré a cumplir sus órdenes, yo como y me regreso.
Después de esta conversación, Fidel Castro fue, echó su discurso, almorzó y se regresó, como había acordado. Una vez en la isla de Cuba, sacó la grabación dejando al presidente de México en ridículo.
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