Despertarse y dar gracias a la Pachamama porque todavía respires en un mundo donde el oxígeno se está terminando.
Despertar y pensar en los barcos lejanos que arrastran en alta mar las esperanzas de este mundo por paz con justicia social; pero alegrarse al saber que los puertos de llegada están en Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y El Salvador, es algo que te empuja a seguir viviendo muy a pesar de tus levitaciones necrófilas.
Despertarse y encontrar a tu lado a la mujer a quien amas con todo el corazón y el alma. Levantarse y ver a tu muchacho soñar con el mundo maravilloso de los niños que no han vivido las penurias de la guerra, el hambre y el terror de crecer en el tercer mundo.

Tomarte un café amargo y sacar de en medio del relajo de libros alguna obra: El Rebelde de Camus, La Historia Me Absolverá de Fidel, Un Libro Rojo Para Lenin de Roque y desayunarte con los ideales de Martí y Che y de otros intelectuales de vanguardia.
Peguntarte si es necesario dormir más o dormir menos o no dormir para continuar tu obra y darte cuenta de que en el mañana lejano tal vez haya tiempo de descansar si acaso es necesario.

Ah la vida del poeta Irreverente! Escribir, escribir, escribir y a falta de escuchar una sinfonía de pájaros tropicales, formar del dolor universal una “Cantata de Esperanza” y ponerse a trabajar por ella.
Darse cuenta que los barcos que ayer estaban en aguas lejanas ya anclaron en nuestros puertos en los cuales las atalayas del porvenir iluminan los caminos de nuestros pueblos hacia la liberación total y el establecimiento de la justica y la paz en nuestras naciones.
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