El busto de Vlad Tepes en la bella ciudad transilvana de Sighisoara |
El príncipe Carlos de Inglaterra disfruta la espera del trono gastando el dinero de los inglesés en viajes, compras y otros gastos. El anciano heredero es conocido en Rumania por su gran afición al pais, especialmente a la región de Transilvania, donde ha comprado hasta ahora 8 propiedades (que por supuesto a el le han salido gratis, y los que han pagado han sido los impuestos de los trabajadores británicos).
Recientemente, ha aparecido en un documental sobre esta preciosa región centroeuropea, que pretende promover el turismo internacional destacando lo salvaje de sus paisajes y la extraordinaria conservacion de sus tradiciones particulares. El documental se llama "Wild Carphatia", y en su aparición estelar Carlos de Inglaterra afirma que su amor a Rumania se debe no solo a que le gusta mucho, sino también a que lleva sangre de Vlad Tepes en las venas.
Las declaraciones del heredero pueden ser ciertas, teniendo en cuenta que las "grandes" familias de toda Europa (que ya sabemos como se hicieron grandes, mediante el saqueo y la pirateria), se han mezclado entre ellos mas de lo debido, para acumular y conservar los botines mutuos, aunque el resultado haya sido que sus miembros hayan ido degenerando fisica, moral e intelectualmente generacion tras generacion (quizas por eso hoy buscan a los herederos gente plebeya para intentar parar el proceso).
Pero independientemente de la real o imaginaria relacion del aburrido principe, que en la espera de que su madre muera de una vez se puede dejar llevar demasiado por la imaginación, lo que si es cierto con seguridad es la vinculación con la leyenda de Drácula.
Como sabemos Vlad Tepes fue transformado en el legendario Dracula por obra y gracia de un escritor inglés, que con el pensamiento colonial decimonónico transformo al domnitor (príncipe) valaco (Rumania todavia no existia por aquel entonces) en un vampiro transilvano, inmortal y a medida de la fantasia de su público. Pero la relación de Carlos no viene por compartir nacionalidad con el escritor de Drácula, ni mucho menos. De hecho a los reyes les da igual la nacion de la que vivir, como muestra el caso de la casa real rumana, principes alemanes que sin esperarselo, sin comerlo ni beberlo, fueron llamados por la oligarquia valaco-moldava para convertirse en señores del pais, y luego en reyes, de un pais del que no conocian ni el idioma, ni compartian religion, ni sabian costumbres, haciendo lo mismo que Enrique de Navarra, calvinista, cuando de repente se hizo francés y católico diciendo aquello de que "Paris bien vale una misa".
La relacion evidente de Carlos y los suyos con el legendario Dracula es que las casas reales y las grandes fortunas y familias europeas viven y han vivido siempre chupando la sangre de sus subditos, de sus impuestos y de su trabajo, y por lo tanto son, en este caso, unos vampiros para nada legendarios.
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