Muchos años han pasado desde mi infancia en mi pueblo natal, muchos cambios se han operado para bien o mal de la comunidad, cientos de gente se han ido y cientos han llegado y para suerte nuestra el pueblo mantiene sus costumbres tradicionales y la paz que sólo fue interrumpida por más de diez años de guerra.
Aca tienen sus raíces los que en los setenta comenzaron la guerrilla urbana, como también muchos militares que nos persiguieron por largo rato, ello es parte de nuestro pasado como lo es la alegria de nuestra infancia.
Hijo de pequeños ganaderos y agricultores, mi infancia la viví entre el ganado, levantándonos todos a las cuatro de la mañana y siendo el último en llegar a la escuela y el primero en salir porque había que darle de comer al ganado a medio día, había que cortar zacate para la tarde, alimentar de nuevo a las vacas paridas, enchiquerar a los terneros y por la noche si la molienda estaba en marcha, pues a trabajar en ella, o si los arrozales habían sido cortados y aporreados
pues a dormir en el campo, a cuidar decíamos, cuando en aquellos tiempos nadie robaba nada, íbamos para hacer ayotes en miel y a oír los cuentos de los ancianos y si ya era tiempo de cortar el café pues a recibir el café y procesarlo para mandarlo al beneficio, ya que mi padre compraba el café de la zona.
Pobrecitos mis hijos e hijas decía mamá, sólo trabajar es la v ida y nosotros decíamos pobrecitos mamá y papá, sin embargo; esos hábitos se nos pegaron, como ir de mañanita para ver cómo había amanecido los ancianas y ancianos del pueblo y reportarlo a nuestros padres.
Una vez mi papá se sacó un premio en la lotería chica y todo lo gastó en
juguetes para todos los niños de la comunidad, la gente llegaba a que les prestara dinero y Jamás apunto nada, como jamás agarró un lápiz para hacer cuentas, hay veces platico con Zoilita y Violeta Menjívar quienes como yo son campesinas y me dicen: mi papá era igual, tenia farmacia y no cobraba por curar y si los pacientes no tenían para pagar la medicina se las regalaba y por ello es que somos felices, no ricos materialmente, sino felices de ayudar a nuestro pueblo en medida de nuestras posibilidades.
Como toda familia, la nuestra creció y se esparció a lo largo del mundo, de tal forma que tenemos representaciones en los cinco continentes, pero jamás hemos dejado de ser unidos y las necesidades y alegrías de unos son las de todos y bueno, mi familia es grande ya que acá en Tejutepeque todos somos familiares y si no lo somos nos queremos como tales.
Como el hijo pródigo, la oveja perdida he vuelto a mi pueblo y hago lo que siempre he hecho, trabajar por el sin diferencias alguna ya sea política o religiosa, todos tienen derecho a que sus creencias y costumbres sean respetadas.
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