“Juro por la patria que ejerceré fielmente el cargo de presidente de la República que me ha confiado la Nación para el periodo presidencial 2011-2016, que defenderé la soberanía nacional, el orden constitucional y la integridad física y moral de la República y sus instituciones democráticas, honrando el espíritu, los principios y valores de la Constitución de 1979, que reconoceré y respetaré la libertad de culto, de expresión y lucharé incansablemente por la inclusión social de todos los peruanos y especialmente de todos los pobres”.
Con esas palabras juramentó el presidente Ollanta Humala el 28 de julio ante el Congreso Nacional y numerosos presidentes y jefes de Estado que participaron en la transmisión de mando. Pero la sola mención de la Constitución de 1979 provocó que la congresista fujimorista Martha Chávez protagonizara un escándalo, desluciendo la ceremonia. Chávez empezó a vociferar a Humala blandiendo un texto de la Constitución de 1993 -aprobada un año después del autogolpe protagonizado por Alberto Fujimori que disolvió el Congreso-. Sus interrupciones se mantuvieron durante los 50 minutos que duró el mensaje presidencial.
Ya el día anterior Martha Chávez había increpado a gritos a la parlamentaria andina Nora Bonifaz, conocida luchadora contra la corrupción en el decenio fujimorista. Durante su juramento y durante la campaña electoral Martha Chávez lanzó amenazas contra el juez César San Martín, presidente del Poder Judicial, que encabezó la sala que condenó a Alberto Fujimori a 25 años de cárcel por delitos de lesa humanidad. Chávez fue finalmente suspendida por 120 días por el Congreso, pero el incidente es una muestra de como se comportarán los sectores fujimoristas más duros en los próximos cinco años.
Guerra sucia
El periodista César Hildebrant, en su semanario Hildebrandt en sus trece, consideró que si bien el juramento de Humala “fue una provocación, y quizá hasta una frivolidad irresponsable (…) la derecha ha empezado una guerra santa. Ya tienen a su Sarah Palin, o sea Martha Chávez, su Fox News, es decir todos los canales de TV, y sus innumerables operadores medianos y menores. El objetivo de esa guerra será revocar el mandato de Humala. El plan B es el de hacer imposible la gobernabilidad a partir de un Congreso aceitado por la Confiep (Confederación Nacional de Instituciones Empresariales Privadas) y la Sociedad de Minería. El C es sembrar tal campaña de terror que Humala, como ya lo ha hecho, retroceda y decida ser el gerente de la Cruz Roja y no el presidente de un país que necesita cambios”.
Humala ganó la segunda vuelta el 5 de junio con 51,5% de los votos frente a Keiko Fujimori, hija del encarcelado ex presidente Alberto Fujimori, quien obtuvo 48,5%.
Durante toda la campaña de la segunda vuelta, Humala enfrentó una guerra sucia por parte de sectores de derecha y de medios de comunicación que apoyaban abiertamente a la hija de Fujimori. Inmediatamente después de conocerse el triunfo de Humala, los empresarios empezaron a reclamar al presidente electo que diera “señales” de que continuaría con el modelo económico vigente y que nombrara de una vez a las personas que dirigirían los ministerios claves.
Humala decidió tomarse su tiempo e inició una gira por Sudamérica, México y EE.UU. para fortalecer los vínculos con cada uno de los países. Pero un incidente protagonizado por su hermano Alexis -por unas reuniones que mantuvo en Rusia con funcionarios gubernamentales y empresariales rusos-, empañó el camino a la toma de posesión. La prensa se ensañó por varios días con el presidente electo, acusándolo de nepotismo y corrupción.
Calmando a la derecha
Las presiones continuaron para que diera a conocer a su gabinete y recién dos semanas antes de asumir la presidencia nombró ministro de Economía y Finanzas a Miguel Castilla -viceministro de Economía del gobierno saliente de Alan García-, y ratificó al actual presidente del Banco Central de Reserva, Julio Velarde. Ambas designaciones fueron consideradas por muchos como una concesión a la derecha. En cualquier caso, los empresarios y los medios se calmaron, lo que dio oportunidad a Humala para nombrar a los otros ministros.
Pero esa demora está pasando la factura pues varios de los 18 ministros fueron designados horas antes de jurar el 28 de julio, lo cual les ha creado problemas para conformar sus equipos de trabajo. En muchas entidades estatales todavía siguen funcionando las estructuras del gobierno anterior, también tras el triunfo de Humala en segunda vuelta se nombraron aceleradamente numerosos funcionarios, complicando a las nuevas autoridades la designación de su personal de confianza.
Ausencias en el gabinete
El nuevo gabinete de 18 ministros, encabezado por el presidente del Consejo de Ministros, Salomón Lerner Ghitis, está conformado por personas muy capaces en su campo, incluyendo al sociólogo Rafael Roncagliolo como canciller, el físico Ricardo Giesecke en Medio Ambiente y el jurista Francisco Eguiguren en Justicia. Como dijo un analista “se buscó a los mejores”. Sin embargo, el mandatario no logró cumplir la prometida cuota de género. Sólo tiene tres ministras: Aída García Naranjo, en el Ministerio de la Mujer, Patricia Salas, en Educación y la cantante negra Susana Baca, en Cultura. Tampoco cumplió con nombrar ministros de su propia organización política, el Partido Nacionalista, lo cual generó descontento en sus filas.
En el gabinete “no existe un solo militante del Partido Nacionalista. No porque la opinión pública prefiere (desde Fujimori) ministros independientes y/o técnicos, sino porque el partido de Ollanta Humala no es fuente para nutrir de cuadros de alto nivel para conducir los destinos del gobierno”, escribió el analista político Fernando Tuesta en su blog Politika.
La alianza oficialista Gana Perú obtuvo 47 de los 130 congresistas, lo cual ha obligado a Humala a conformar alianzas que le permitan gobernabilidad, particularmente con el partido Perú Posible, del ex presidente Alejandro Toledo que cuenta con veinte escaños, concediéndole dos lugares en el gabinete y varios puestos en la administración pública.
El nuevo Congreso deberá resolver varios temas dejados pendientes por la anterior legislatura. El más importante es el de la consulta previa que se ha motivado por numerosos conflictos socioambientales. En mayo de 2010, el Congreso aprobó la Ley del Derecho de la Consulta Previa a los Pueblos Indígenas u Originarios, que obliga al Estado a iniciar un proceso de participación y consulta a las poblaciones originarias respecto a cualquier medida que afecte sus derechos colectivos. Sin embargo, el Ejecutivo devolvió la ley con una serie de observaciones, incluyendo el señalamiento de que debe quedar explícito en la norma que los pueblos indígenas no tendrán derecho al veto en asuntos legislativos y administrativos que los afecten directamente.
Un modelo peruano
En su discurso inaugural, Humala recordó que “el 5 de junio una mayoría de ciudadanos expresó su deseo de que el crecimiento económico y la inclusión social marchen juntos para transformar nuestro país en una patria de oportunidades para todos”. En ese sentido, el presidente insistió en la necesidad de “construir un camino propio, un modelo peruano de crecimiento con estabilidad, democracia e inclusión social”. Para ello “mantendremos y consolidaremos un crecimiento sano de la economía y sus estándares macroeconómicos; respetaremos las reglas fiscales para afrontar eventuales crisis externas o desastres naturales; la construcción de las obras de infraestructura, grandes y pequeñas; los programas sociales; la promoción del turismo y de la cultura peruana y honraremos los acuerdos comerciales con países y bloques amigos.
Fomentaremos una economía nacional de mercado, abierta al mundo, que haga realidad nuestro compromiso de crecimiento con inclusión social y democracia”, dijo. Anunció la implementación de promesas de su campaña, como el aumento del sueldo mínimo vital; la aplicación inmediata del programa Pensión 65, dirigida a adultos mayores en situación de pobreza que no reciben ninguna pensión de jubilación; el programa Cuna Más para combatir la desnutrición de los niños hasta 3 años en los 800 distritos más pobres del país; Beca 18, dirigida a que jóvenes de bajos recursos económicos y alto rendimiento escolar puedan continuar sus estudios superiores en instituciones públicas o privadas, entre otras.
Hizo una especial referencia a los conflictos del agua. “Buena parte de los conflictos del planeta se deben a la carencia de agua”, afirmó. “No es posible que el Perú que queremos construir no desarrolle una política de aprovechamiento soberano de los recursos naturales, una política que garantice la explotación racional y equilibrada del agua, la tierra, los bosques, la biodiversidad, el gas y los minerales. Esos recursos de todos los peruanos contribuirán a la eliminación de la pobreza y la desigualdad. Se alentará la actividad privada sobre los recursos naturales, pero estos serán explotados en condiciones de respeto a las poblaciones, a los trabajadores y al medio ambiente”.
Puso énfasis en la lucha contra la corrupción “que es para nosotros un elemento que debilita al Estado y afecta su desarrollo. Es, por lo tanto, un problema de seguridad. En tal sentido, defiendo la imprescriptibilidad de los delitos de corrupción en agravio del Estado y la inhabilitación a perpetuidad de sus autores o cómplices para el ejercicio futuro de cualquier función pública; propongo la supresión de las penas condicionales en las condenas por corrupción para que la prisión se cumpla de manera efectiva; y defiendo la eliminación de los beneficios penitenciarios en los casos de corrupción”.
El presidente Humala concluyó su mensaje diciendo “no vengo en son de guerra sino en son de paz, sin venganza y sin rencor. Yo, que he sido acusado casi de todo, he aprendido a perdonar hace muchos años, antes incluso de hacer política. Por eso, a los que aún persisten en el encono les pido que bajen sus espadas y sus lanzas. A los que demandan salarios y derechos les digo que no bajen sus banderas, pero que sepan que todo cambio, para ser sostenible, debe ser gradual y racional. A mis partidarios les pido consecuencia, lealtad, sacrificio, inteligencia y honradez. A la oposición la llamo a la responsabilidad. Le pido vigilancia y que, desde su posición, respete también el mandato de las urnas, su mandato y el nuestro. Al terminar este mensaje reitero que soy un soldado de la democracia. Y como dice la frase célebre de la independencia: ‘Firmes y felices por la unión’”.
Las reacciones no se hicieron esperar. Analistas y políticos de diversas tiendas criticaron el mensaje diciendo que se trataba de un “discurso de campaña” y que “no aterrizaba en medidas concretas sobre cómo llevará a cabo los programas sociales”. Augusto Alvarez Rodrich, en su columna del diario La República, manifestó que “el mensaje del presidente Humala trajo una reiteración de los ofrecimientos de campaña -lo que está bien- pero sin un aterrizaje en los ‘cómos’, lo cual habría sido conveniente junto con el delineamiento -con números específicos- del país que piensa dejar en el año 2016, cuando termine el mandato presidencial”.
Para Alvarez Rodrich, “el nuevo gobierno carece de una visión estimulante que perfile el camino que el país debe recorrer en el futuro y que sirva para orientar las decisiones estratégicas que se deban tomar. En general, el mensaje aún trasluce improvisación, lo cual podría explicarse por la demora en concretar el gabinete, lo que recortó el tiempo para estructurar un programa afinado (…) Además, el mensaje fue conservador en aspectos cruciales, como la carencia de planes de reforma profunda en áreas clave para el combate a la pobreza como la salud o la educación”, indicó.
La Izquierda en el gobierno
Sin embargo, Juan Carlos Tafur, director del Diario 16, opinó que “a muchos no nos gustan algunas medidas anunciadas por Humala, otras nos parecen inorgánicas y, finalmente, las hay que nos parecen inocuas. Pero hay que ser bastante necio para no reconocer el enorme proceso de evolución personal y política de Humala, desde la propia campaña hasta su inicio ya formal como presidente de la República, pasando, sin duda, por el tenor general del gabinete ministerial conformado.
El hecho político más relevante es ese. La confirmación de que la Izquierda peruana ha llegado al poder y ha sabido entender que hay criterios macroeconómicos que se deben respetar y que ellos no están reñidos con políticas de inclusión social”, agregó. “Lo demás es menudencia. Hasta economistas liberales sensatos reconocen hoy, por ejemplo, que elevar las tasas tributarias a la gran minería no es, pues, un atentado contra el libre mercado y que, bien manejadas, pueden ser una efectiva palanca de redistribución y de lucha contra la pobreza. El discurso ha sido escueto, somero, sin mayores sorpresas, como correspondía. Y si ello no termina de disipar los temores de algunos, ya es cuestión de que estos sectores acudan en masa a algún diván.
Corresponderá al gabinete ahondar en mayor detalle en el programa de gobierno. Pero nos queda más que claro que no hay razón alguna para temer golpes de timón ni despistes groseros. Y esa es una extraordinaria noticia para el Perú”, concluyó
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 740, 19 de agosto, 2011 revistapuntofinal@movistar.cl
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