Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández |
Los rebeldes, desde las Guerras de las Rosas hasta la actual guerra civil en Libia, tratan normalmente de evitar escindirse en facciones y empezar a asesinarse unos a otros hasta que han alcanzado el poder y lo controlan totalmente. Y, por muy profundas que sean sus divisiones, las mantienen en secreto frente al mundo exterior.
No ocurre lo mismo con los rebeldes libios. Los miembros del Consejo Nacional Transitorio (CNT) en Bengasi detuvieron el pasado mes a su líder militar, el General Abdel Fatah Yunis, bajo la sospecha de traición, consiguieron despistar a sus guardaespaldas y le asesinaron. Esta semana, el jefe del CNT, Mustafa Abdel Jalil, echó a todo su gobierno alegando que algunos habían sido cómplices del asesinato. Al parecer se vio obligado a hacerlo así para calmar la rabia de la poderosa tribu Obedi a la cual pertenecía Yunis.
Uno de los aspectos absurdos de todo el asunto es que en el mismo momento en que los dirigentes rebeldes andan a la greña unos con otros, país tras país los está reconociendo como el legítimo gobierno de Libia. Esta semana, los diplomáticos del CNT se apoderaron de las embajadas de Londres y Washington y se disponen a hacer lo mismo en Ottawa. En una exhibición de error total de cálculo, Gran Bretaña reconoció al gobierno rebelde el día en que algunos de sus miembros estaban disparando a su comandante en jefe y quemando su cuerpo.
Si así es como actúan hoy los rebeldes, cuando deberían tener gran interés en mostrarse unidos, ¿cómo actuarán cuando estén instalados en el poder en Trípoli? Pero la OTAN no tiene más política que esa. Una resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que en marzo trataba de impedir, por razones humanitarias, que los tanques de Gadafi tomaran Bengasi, se convirtió a toda velocidad en un intento de derrocamiento. Gran Bretaña y Francia, con el esencial apoyo de EEUU, mantienen aún que el bienestar del pueblo libio exige la sustitución de Gadafi por esos sólidos demócratas de Bengasi y el este de Libia representados por el CNT.
¿Podría la estrategia de la fuerza bruta funcionar de forma puramente militar? ¿Podrían las columnas rebeldes de camiones dotados de metralletas retroceder y capturar Trípoli tras una buena andanada de bombardeos de la potencia armamentística de la OTAN? La capital libia carece cada vez más de combustible, alimentos y electricidad.
Los rebeldes han estado consiguiendo avances sobre el terreno hacia el este y suroeste de la capital. Pero incluso con el apoyo de los ataques aéreos de la OTAN ese avance ha sido lento. Si a los rebeldes les cuesta tanto tomar una ciudad como Brega, con una población de 4.000 habitantes, en el golfo de Sirte, ¿pueden realmente abrirse camino hacia Trípoli con una población de 1,7 millones?
Puede que Gadafi caiga, pero parece cada vez más que, si así ocurre, será a manos de una buena colección de milicias cada vez más dependiente para su éxito de que la aviación de la OTAN les proporcione apoyo táctico. Dado que los rebeldes carecen de liderazgo coherente y no forman tampoco una fuerza militar unida, no es probable que el resultado sea una clara victoria. Aunque la alcanzaran, los rebeldes dependerán del apoyo exterior a todos los niveles para poder ejercer su autoridad sobre este inmenso país.
Al igual que ocurrió con Afganistán en 2001 y con Iraq en 2003, EEUU y Gran Bretaña se encontrarán con que una cosa es derrocar a los talibanes o a Sadam Husein y otra muy diferente sustituirles. Tratar a los cuestionables aliados locales como legítimo gobierno tiene valor propagandístico pero es poco sensato pretender que los socios locales tengan una autoridad real. Gran Bretaña, con las experiencias ya cosechadas, demuestra ser verdaderamente irresponsable al precipitarse en otro conflicto pensando que esta vez está apostando por el seguro ganador. Puede que derroquen a Gadafi pero probablemente la lucha por el poder entre las facciones proseguirá.
Pintoresco, pero deplorablemente engañoso
Los medios extranjeros tuvieron sus fallos en Iraq y fue aún peor en Afganistán, pero han alcanzado su cenit en la cobertura de la guerra de Libia. La información se ha convertido en una cuestión totalmente militarizada. Gran parte de la misma no es más que una serie de historias pintorescas desde la línea del frente acerca de las carreras adelante y atrás de los milicianos rebeldes. Hay que tener valor para informar desde ahí y los periodistas simpatizan naturalmente con los jóvenes con los que están compartiendo una trinchera. Su cobertura de los hechos tiende a estar completamente a favor de los rebeldes y en oposición a Gadafi.
Cuando asesinaron a Abdel Fatah Yunis, en los medios de comunicación extranjeros casi nadie sabía explicar cómo o por qué había sucedido. Los líderes rebeldes, anteriormente retratados como una heroica banda de hermanos, parecían estar divididos en rivalidades y vendettas homicidas. Algunos periodistas se limitaron a regurgitar la imposible afirmación de las autoridades rebeldes de que al general le habían matado los combatientes a favor de Gadafi con campos en Bengasi, mientras otros mencionaban que había treinta milicias islámicas diferentes en la ciudad.
Hasta este mismo día, los políticos tratan de justificar la intervención de la OTAN en Libia citando las supuestas atrocidades perpetradas por las fuerzas leales a Gadafi, tales como violaciones masivas y amplio uso de mercenarios. Las organizaciones por los derechos humanos, como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, hace tiempo que revelaron que no había pruebas de la mayoría de las historias contadas sobre atrocidades, al igual que hizo una comisión de la ONU encabezada por el distinguido jurista académico Cherif Bassiouni. Pero los medios que publicaron primero las historias de las atrocidades de Gadafi han ignorado casi totalmente esos bien investigados informes.
La militarización de la información en Iraq y Afganistán fue auspiciándose a través del sistema de periodistas “empotrados” en las unidades militares. Esto era inevitable hasta cierto punto dado el peligro de insurgentes iraquíes o talibanes. Pero el resultado ha sido que la información de guerra ha vuelto a ser lo que fue durante las escaramuzas del siglo XIX, por lo que al mundo solo le llega un relato parcial y a menudo engañoso de cuanto está aconteciendo en Libia.
Fuente: http://www.counterpunch.org/patrick08112011.html
rCR
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