Mensaje al pueblo venezolano:
“Yo espero mucho del tiempo. Su inmenso vientre contiene más
esperanzas que sucesos pasados y los acontecimientos futuros han de
ser superiores a los pretéritos“. Simón Bolívar.
El tiempo y sus ritmos, el tiempo y sus mandatos, el tiempo y sus
designios, como está señalado en el Eclesiastés, me llevan hoy a leer
este comunicado a la nación venezolana y a la opinión pública
internacional, muy pendientes como sé han estado de la evolución de mi
salud, desde que hace varias semanas comenzó a dar muestras evidentes
de deterioro.
Después de la excelente gira que hicimos por Brasil y Ecuador entre
los días 5 y 7 de junio próximo pasados, llegamos a la Cuba solidaria
de siempre para concluir la jornada con la revisión y firma de nuevos
acuerdos de cooperación.
Confieso que desde el punto de vista de mi salud solo tenía previsto
hacerme un chequeo en la rodilla izquierda, ya casi recuperada de
aquella lesión de comienzos de mayo.
A lo largo de toda mi vida vine cometiendo uno de esos errores que
bien pudiera caber perfectamente en aquella categoría a la que algún
filósofo llamó “errores fundamentales”: descuidar la salud y, además,
ser muy renuente a los chequeos y tratamientos médicos. Sin duda ¡qué
error tan fundamental!, y sobre todo en un revolucionario con algunas
modestas responsabilidades como las que la revolución me vino
imponiendo desde hace más de 30 años.
Sin embargo, ya en La Habana, cuando caía la tarde del miércoles 8 de
junio, allí estábamos de nuevo con Fidel, con aquel gigante que ya
superó todos los tiempos y todos los lugares. Seguramente no fue
difícil para Fidel darse cuenta de algunos malestares, que, más allá
de mi rodilla izquierda, yo había venido tratando de disimular desde
varias semanas atrás. Me interrogó casi como un médico, me confesé
casi como un paciente, y esa misma noche todo el inmenso avance médico
que la Revolución Cubana ha logrado para su pueblo, y una buena parte
del mundo, fue puesto a nuestra plena disposición, iniciándose un
conjunto de exámenes, de diagnósticos.
Fue así como se detectó una extraña formación en la región pélvica que
ameritó una intervención quirúrgica de emergencia ante el inminente
riesgo de una infección generalizada. Eso fue el sábado 11 de junio,
muy temprano en la mañana, algunas horas antes del anuncio que fue
leído al país y al mundo, y que ha desatado tantas manifestaciones de
solidaridad que no dejan de emocionarme a cada instante.
Luego de aquella operación, que en principio logró el drenaje del
absceso, comenzó un tratamiento antibiótico intensivo con una positiva
evolución, que trajo una notable mejoría. Sin embargo, y a pesar de la
favorable evolución general, a lo largo del proceso de drenajes y de
curas, fueron apareciendo algunas sospechas de la presencia de otras
formaciones celulares no detectadas hasta entonces.
Comenzó, por tanto, y de inmediato, otra serie de estudios especiales
citoquímicos, citológicos, microbiológicos y de anatomía patológica
que confirmaron la existencia de un tumor abscesado con presencia de
células cancerígenas, lo cual hizo necesaria la realización de una
segunda intervención quirúrgica que permitió la extracción total de
dicho tumor.
Se trató de una intervención mayor, realizada sin complicaciones, tras
la cual he continuado evolucionando satisfactoriamente, mientras
recibo los tratamientos complementarios para combatir los diversos
tipos de células encontradas y así continuar por el camino de mi plena
recuperación.
Mientras tanto, me he mantenido y me mantengo informado y al mando de
las acciones del gobierno bolivariano, en comunicación permanente con
el vicepresidente, compañero Elías Jaua y todo mi equipo de gobierno.
Agradezco infinitamente las numerosas y entusiastas demostraciones de
solidaridad que he recibido del pueblo venezolano y otros pueblos
hermanos, así como de Jefes de Estado y de Gobierno de numerosos
países del mundo, desde la convicción de que todo ese amor, de que
toda esa solidaridad constituyen la más sublime energía que impulsa e
impulsará mi voluntad de vencer en esta nueva batalla que la vida nos
ha puesto por delante, y de manera muy especial al pueblo cubano, a la
nación cubana, a Fidel, a Raúl, a toda esta legión médica que se ha
puesto al frente de esta batalla de una manera verdaderamente sublime.
Sin embargo, también he estado muy consciente de cierto grado de
angustia e incertidumbre que ha estado recorriendo, a lo largo de
estos días, de estas noches, el alma y el cuerpo de la nación
venezolana. Creo que más allá de los intentos manipuladores de algunos
sectores bien conocidos, esos sentimientos eran y son inevitables, y
forman parte de la propia naturaleza humana, rodeada esta, además, por
las circunstancias que la enmarcan y muchas veces la sacuden, como en
este caso ocurre.
Desde el primer momento asumí todas las responsabilidades en cuanto al
cuido estricto por la veracidad de las informaciones a ser
trasmitidas, fundamentándome en un doble conjunto de razones: la razón
médico-científica, en primer término, y, en segundo lugar, y de manera
especialmente cuidada desde lo más profundo de mi alma y de mi
conciencia, la razón humana, la razón amorosa, para ser más preciso,
¡la razón amorosa!
De la primera, es decir, de la razón médica, ya hemos hablado un poco.
Ha sido un proceso lento y cuidadoso de aproximación y diagnóstico, de
avances y descubrimientos a lo largo de varias etapas, en las cuales
se vino aplicando un riguroso procedimiento científico que no aceptaba
ni acepta apresuramientos ni presiones de ningún tipo. La norma
suprema que sustenta esta poderosa razón es la plena verificación
científica, más allá de los indicios y sospechas que vinieron
apareciendo.
Y acerca de la razón amorosa, estoy obligado ahora a hablarles desde
lo más hondo de mí mismo. En este instante recuerdo el 4 de febrero de
aquel estruendoso año 1992. Aquel día no tuve más remedio que hablarle
a Venezuela desde mi ocaso, desde un camino que yo sentía me
arrastraba hacia un abismo insondable. Como desde una oscura caverna
de mi alma brotó el “por ahora” y luego me hundí.
También llegan a mi memoria ahora mismo aquellas aciagas horas del 11
de abril de 2002. Entonces también le envié a mi amado pueblo
venezolano aquel mensaje, escrito desde la Base Naval de Turiamo,
donde estaba prisionero, Presidente derrocado y prisionero. Fue como
un canto de dolor, lanzado desde el fondo de otro abismo, que sentía
me tragaba en su garganta y me hundía y me hundía.
Ahora, en este nuevo momento de dificultades, y sobre todo desde que
el mismo Fidel Castro en persona, el mismo del Cuartel Moncada, el
mismo del Granma, el mismito de la Sierra Maestra, el gigante de
siempre, vino a anunciarme la dura noticia del hallazgo cancerígeno,
comencé a pedirle a mi señor Jesús, al Dios de mis padres, diría Simón
Bolívar; al manto de la Virgen, diría mi madre Elena; a los espíritus
de la sabana, diría Florentino Coronado; para que me concedieran la
posibilidad de hablarles, no desde otro sendero abismal, no desde una
oscura caverna o una noche sin estrellas. Ahora quería hablarles desde
este camino empinado por donde siento que voy saliendo ya de otro
abismo. Ahora quería hablarles con el sol del amanecer que siento me
ilumina. Creo que lo hemos logrado. ¡Gracias, Dios mío!
Y, finalmente, mis amados y amadas compatriotas; mis adoradas hijas e
hijos; mis queridos compañeros jóvenes, niñas y niños de mi pueblo;
mis valientes soldados de siempre; mis aguerridos trabajadores y
trabajadoras; mis queridas mujeres patriotas; mi pueblo amado, todo y
uno solo en mi corazón, les digo que el querer hablarles hoy desde mi
nueva escalada hacia el retorno no tiene nada que ver ya conmigo
mismo, sino con ustedes, pueblo patrio, pueblo bueno. Con ustedes no
quería ni quiero para nada que me acompañen por senderos que se hundan
hacia abismo alguno. Les invito a que sigamos juntos escalando nuevas
cumbres, que hay semerucos allá en el cerro y un canto hermoso para
cantar nos sigue diciendo desde su eternidad el cantor del pueblo,
nuestro querido Alí Primera.
!Vamos pues, vamos, con nuestro padre Bolívar, en vanguardia, a seguir
subiendo la cima del Chimborazo!
¡Gracias Dios mío! ¡Gracias pueblo mío! ¡Gracias, vida mía!
¡Hasta la victoria siempre!
¡Nosotros venceremos!
La Habana, esta querida y heroica Habana, 30 de junio de 2011.
Desde la patria grande, les digo, desde mi corazón, desde mi alma
toda, desde mi esperanza suprema, que es la de un pueblo: ¡Por ahora y
para siempre viviremos y venceremos!
¡Muchas gracias! ¡Hasta el retorno!
ACLARACIÓN
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viernes, 1 de julio de 2011
TEXTO COMPLETO MENSAJE DEL COMANDANTE CHÁVEZ DESDE CUBA
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