Al compañero Gerson Martínez.
Vos que amaneciste despierto en la montaña y viste en la lucha las glorias de tu pueblo, vos que desde pequeño te clandestinizaste sufriendo como todos el chirriar de las hojas y tus ojos cansados mirando tras aleros y el enemigo tocando nuestras puertas y los gajos de estrellas derramándose sobre nuestra utopía cubriendo nuestra montaña imaginaria pariendo primaveras eternales, vos Pequeño David sos digno de la patria.
Vos que siempre entendiste el valor de la vida, el valor de este pueblo alzado desde siempre sabes muy bien hermano, David Irreverente, que la victoria es nuestra, la lucha permanente, la vida una canción comprometida.
Vos que ves el presente pintado de mañanas y sabes que el pasado nos trae la lección que la especie humana no podrá liberarse si no hay revolución, vos sos la erudición.
Escribo a mis hermanos y hermanas los que siempre en mi alma permanente estará.
Vos que sentís desconsuelo, asco, frio, al mirar los niños ateridos.
Recogiendo sobras en los oscos y hediondos basureros de las calles sin nombre y la mirada triste de frustración continua, al darse cuenta que cuervos del averno se adelantaron y se llevaron los mendrugos podridos con que esperaban calmar por un corto momento el chillar mañanero del hambriento esqueleto.
Vos, que siempre has denunciado al sistema por convertir a la humanidad en un inmenso campo de concentración llamado fabrica, oficina, lugar de trabajo, donde de forma torpe gasta su vida el pueblo (si a ello puede llamarse vida) y que a ese sistema de explotación continua y sucia descaradamente le llaman democracia,
tu voz se hizo trueno en la denuncia callejera.
Haced la paz hermano, la paz con justicia necesaria, y no esa paz inerme de helados cementerios.
Sé la voz, y el diario ejemplo de ese ser nuevo con que soñaron "el Che y
Fidel" cuando en la sierra, juntos escribían los sabios códices para la Patria que construían. Eres, ante todo la sangre de la sangre de este pueblo herido, y mi hermano del alma.
No descanses, no desesperes. Tus amigos los pájaros vendrán acompañarnos con el corazón abierto para que nuestras congojas se vayan en olas de olvido, y la marea traiga para el pueblo del diamantino lecho, semillas inmortales.
Viniste, y has llegado con el canto primario y es tu deber innato decirnos que las obras, son cortas en comparación del dolor del esclavo a quien le han robado su tierra, su maíz y su semilla.
Tus noches, fueron largas, inmensas y angustiosas, la continua y desgarradora espera, el chirriar de una hoja tirada por el viento, terminaba con tus nervios ya destruidos, veías, que la sombra sangrienta se acercaba con los hierros de muerte, afilados, y las caras asesinas cubriéndose con mascaras, como queriendo tapar con un sucio pañal los crímenes históricos, que de ninguna manera, fue para nosotros el siglo de las luces, ya que las únicas, eran las que describían
las balas trazadoras en sus letales vuelos.
Tú eres mi hermano, eres la razón pura que empuja la lucha a nuevos derroteros por causas populares.
Oh Pequeño David, cuantos quisiera que el despertar farabundista fuera eterno.
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