El muro de Berlín cayó para el Este, pero los escombros se vendieron en el Oeste. El negocio se quedó donde mismo. Desde entonces se ha puesto todo a la venta, y ha habido progres de oferta. El gran supermercado occidental deslumbró a los habitantes de la RDA y a los polacos. El mundo capitalista se aceleró por esas fechas, el 11-S fue sólo una estación de espera, un peaje necesario. La radicalización del capital ya venía desde los ochenta, y si hoy andamos como andamos y hemos llegado a donde hemos llegado es debido a que, tras la caída del muro, el mundo quedó descompensado. Nos quedamos sin contrapeso y la balanza terminó de escorarse radicalmente hacia la derecha. No sólo los prosoviéticos salieron dañados del asunto, toda la izquierda mundial salió salpicada y todavía anda con las heridas abiertas y un fuerte dolor de cabeza. El capitalismo se desbocó eufórico y Occidente se cebó especialmente en la antigua Yugoeslavia con el fin de que esa propuesta de socialismo democrático no levante cabeza más nunca. La venganza ha sido terrible, los defensores del capital siguen de celebraciones. Sobre todo siguen celebrando el derrumbe del marxismo, aunque yo diría que celebran el derrumbe de muchos marxistas, que no es lo mismo, porque, no nos engañemos, el análisis marxista se antoja hoy más necesario que nunca. No hay sino que echar un vistazo alrededor. La miseria no cesa, la explotación se ha vuelto más alucinante, la inseguridad es omnipresente y la incertidumbre nos hace andar en penumbras hacia no se sabe dónde. Por eso, digo yo que el gran capital bien se merece una alternativa comunista, aunque sólo sea por contrapesar tanto despropósito y tanto facherío.
Sucede que la única utilidad que pudieran tener aquellos escombros sería para mandárselo a la cabeza de algún financiero o constructor corruptor. Literal. Evidentemente, la mezcla y los materiales deben ser otros y tener otra disposición. La experiencia antiglobalización y el socialismo del siglo XXI, la ecología política y las luchas democráticas por la soberanía nacional no serían un mal comienzo, pero sobre todo, el nuevo material debe ser profundamente anticapitalista. Pues el capitalismo nos indica diariamente el camino de la barbarie, y la socialdemocracia ha demostrado que sólo sirve para gestionar el trayecto. La corrupción del sistema democrático tiene su razón de ser en las plusvalías enormes de quienes están bien situados, y ello bien merece otra toma del palacio de invierno. El problema es que el muro de ese palacio no se tira con martillos y escoplos, es un poquito más compacto. Tampoco se tira resucitando siglas ni dinosaurios. Los comunistas no pueden seguir empeñándose en ser rarezas sociológicas, ni iluminados con mal carácter, ni en inventarse consignas para regocijo de cuatro flotantes, es hora de normalizarse y entender que es la gente la que, en todo caso, tiene que derrumbar el poder del capital. No queda otra que limpiar todo esto de escombros y asociarse en frentes políticos que piensen en el poder político. Lo demás son boberías.
Sucede que la única utilidad que pudieran tener aquellos escombros sería para mandárselo a la cabeza de algún financiero o constructor corruptor. Literal. Evidentemente, la mezcla y los materiales deben ser otros y tener otra disposición. La experiencia antiglobalización y el socialismo del siglo XXI, la ecología política y las luchas democráticas por la soberanía nacional no serían un mal comienzo, pero sobre todo, el nuevo material debe ser profundamente anticapitalista. Pues el capitalismo nos indica diariamente el camino de la barbarie, y la socialdemocracia ha demostrado que sólo sirve para gestionar el trayecto. La corrupción del sistema democrático tiene su razón de ser en las plusvalías enormes de quienes están bien situados, y ello bien merece otra toma del palacio de invierno. El problema es que el muro de ese palacio no se tira con martillos y escoplos, es un poquito más compacto. Tampoco se tira resucitando siglas ni dinosaurios. Los comunistas no pueden seguir empeñándose en ser rarezas sociológicas, ni iluminados con mal carácter, ni en inventarse consignas para regocijo de cuatro flotantes, es hora de normalizarse y entender que es la gente la que, en todo caso, tiene que derrumbar el poder del capital. No queda otra que limpiar todo esto de escombros y asociarse en frentes políticos que piensen en el poder político. Lo demás son boberías.
http://www.laopinion.es/firmas/2009/11/15/escombro-comunista/255166.html
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