¿RESUCITARÁ EL MAR DE ARAL?
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Sue Lloyd-Roberts y Ethirajan Anbarasan, respectivamente periodistas de la BBC y del Correo de la UNESCO
Después de diez años de misiones de rescate, el mar de Aral sigue figurando en la lista de catástrofes ecológicas mundiales. Según algunos expertos, es el caso típico de demasiados actores que intervienen demasiado tarde con recursos demasiado escasos y con enormes intereses no siempre compatibles con la protección ambiental
Las organizaciones internacionales empiezan a ejecutar algunos de sus proyectos de ayuda a la población proporcionándole agua potable y una mejor
atención sanitaria.
La Unión Soviética asoló el cuarto lago más grande del mundo. La región padece una inundación de estudios internacionales y una grave sequía de fondos.
“La salud de las mujeres en edad fértil se degrada constantemente a causa de la mala calidad del agua potable. El número de embarazos no ha variado, pero ha aumentado el de abortos y el de niños nacidos muertos o con malformaciones. Tenemos uno de los índices de mortalidad infantil más altos del mundo”, afirma el director de la Maternidad de Aralsk, ciudad portuaria de Kazajstán, a orillas del mar de Aral. Numerosas mujeres embarazadas son admitidas en esa maternidad para que, al menos durante los tres últimos meses de gestación, tengan una alimentación sana y agua potable. “Es mi noveno embarazo. Todavía no he dado a luz a una criatura viva y tengo mucho miedo”, confiesa una mujer.
Una catástrofe ecológica
El deterioro de la salud y de los problemas ambientales de la población de los países ribereños (Kazajstán y Uzbekistán) y de aquéllos cuyos territorios forman parte de la cuenca del mar de Aral (Kirguistán, Tayikistán y Turkmenistán) es la consecuencia directa del descenso del mar y de la contaminación de los ríos que lo alimentan, provocados por la actividad humana. Al secarse parcialmente, el mar ha dejado al aire 36.000 km2 de fondo marino recubierto de sales que el viento deposita sobre miles de hectáreas de tierras cultivadas. Abonos y pesticidas se han incorporado también al agua y a los canales de regadío, con el envenenamiento consiguiente de los alimentos y del agua potable, lo que representa una amenaza para cinco millones de personas.
Tras la desaparición de la Unión Soviética en 1991, los donantes internacionales se precipitaron para evaluar las repercusiones ecológicas del descenso del mar de Aral y proponer soluciones. Diez años después, tras infinidad de estudios e informes, los expertos afirman que la rehabilitación es imposible y que el problema ahora es evitar una catástrofe humana.
El mar de Aral empezó a retroceder en el decenio de 1960, cuando los planificadores soviéticos desviaron las aguas de los ríos que lo alimentaban, el Amu Daria y el Sir Daria, para regar cultivos de algodón y otros. Entre 1960 y 1990, la superficie ocupada por tierras de regadío en Asia Central pasó de 3,5 a 7,5 millones de hectáreas y la región se convirtió en el cuarto productor mundial de algodón. En los años ochenta, el caudal de agua dulce que desembocaba en el mar de Aral representaba la décima parte del de 1950. El aumento del nivel de salinidad destruyó la flora y la fauna marinas, provocando la extinción de 28 de las 30 especies de peces y devastando la industria pesquera.
Privado de las aguas que recibía, el mar de Aral empezó a retroceder hasta perder la mitad de su primitiva extensión y un tercio de su volumen. En 1989, se dividió en dos, un mar más pequeño al norte y otro más grande al sur. Los dos principales puertos pesqueros, Moynaq en Uzbekistán y Aralsk en Kazajstán, quedaron en alto y en seco, y las comunidades de pescadores se encontraron a 100 kilómetros o más de la orilla.
El agua potable de la región contiene en la actualidad una cantidad de sal por litro cuatro veces superior al límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud, con el aumento consiguiente de enfermedades renales, diarreas y otras dolencias graves. La tuberculosis ha alcanzado proporciones de epidemia. Se estima que en algunas ciudades hay 400 casos por 100.000 habitantes.
La población de esta región, antaño fértil, pedía ya ayuda en tiempos de la Unión Soviética, pero la situación se ha agravado desde la independencia de estos países a finales de 1991. Organizaciones internacionales como el Banco Mundial, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la UNESCO y la Unión Europea ofrecieron ayuda. Se pusieron en marcha diversas iniciativas: el Programa de la Cuenca del Mar de Aral (ASBP), el Fondo Internacional para la Rehabilitación del Mar de Aral (IFAS) y la Comisión Interestatal de Coordinación de Aguas (ICWC). Sus propuestas despertaron grandes esperanzas en la población de la región, que creyó que sus problemas iban a quedar al fin resueltos.
Infinidad de promesas, pero pocos resultados
Sin embargo, después de diez años de misiones de rescate, el mar de Aral sigue figurando en la lista de catástrofes ecológicas mundiales. Según algunos expertos, es el caso típico de demasiados actores que intervienen demasiado tarde con recursos demasiado escasos y con enormes intereses no siempre compatibles con la protección ambiental. Los organismos de ayuda internacional se dieron cuenta muy pronto de la magnitud del problema y de que los fondos asignados no serían suficientes.“Desde luego, aquí la gente está muy decepcionada de la comunidad internacional”, afirma Antonius Lennarts del Banco Mundial, en Almaty (Kazajstán). “Ha habido infinidad de actividades y promesas, pero ningún seguimiento, y demoras muy prolongadas a causa de la enorme cuantía de los fondos necesarios. Simplemente no existe dinero suficiente para resolver un problema de esta magnitud.”
Ante la gravedad de la situación, Médicos sin Fronteras (MSF), organización humanitaria galardonada en 1999 con el Premio Nobel de la Paz, ha puesto en marcha un programa de urgencia para salvar a la población de Asia Central de lo que en un informe reciente ha calificado de “posiblemente la catástrofe ecológica más grave del mundo”. “Hasta la fecha”, afirma el informe de Msf, “se han efectuado evaluaciones que han costado millones de dólares, pero la acción humanitaria ha sido escasísima en la región.” ¿Por qué se ha gastado tanto y se ha hecho tan poco.? “Quizá porque el problema es tan enorme que todos quieren ayudar, pero muchos no saben ni por dónde empezar”, explica Barbara Britton, de la Organización de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), principal donante presente en Tashkent.
Otro obstáculo es la falta de cooperación entre los cinco países de la cuenca. “Empezaron haciéndose la competencia por la ayuda internacional, en vez de cooperar para resolver el problema”, afirma el profesor J. A. Allan, especialista en recursos hídricos de la Universidad de Londres. No obstante, los cinco Estados crearon en 1993 el Fondo Internacional para la Rehabilitación del Mar de Aral (IFAS) a fin de coordinar los proyectos hidrológicos y agrarios. En 1995, sus dirigentes asistieron a una reunión patrocinada por las Naciones Unidas en Nukus (Uzbekistán), que concluyó con una declaración en la que consagraban su cooperación para remediar las consecuencias humanas y ambientales de la crisis del mar de Aral. Pero, según Barbara Britton, la desconfianza sigue reinando entre los Estados.
Así, cuando los uzbekos estuvieron encargados de la gestión de las aguas, fueron acusados de proponer un programa de regadío para su país en detrimento de todos los demás. A su vez, los uzbekos acusaron a Kazajstán de privarlos de agua con la construcción de un embalse en el norte del mar de Aral. Anatoli Buranov, director técnico del Comité Ejecutivo del IFAS, admite que los Estados hubieran podido comportarse mejor. “En un ambiente de euforia general por la reciente independencia, después de tantos años de solidaridad forzada, nos dejamos arrastrar por una dinámica centrífuga. Pero ahora entendemos la importancia de la cooperación.”
La población toma la iniciativa
Paradójicamente, la lentitud y el retraso de las intervenciones exteriores tuvieron un efecto positivo. La población de Kazajstán, harta de promesas incumplidas, logró reunir la fabulosa suma de 2,5 millones de dólares para construir un dique de arena de 14 km de longitud por 30 m de ancho, que transformó en lago el mar de Aral del Norte, en las proximidades de Aralsk. Se ha procurado también desviar del río Sir Daria menos agua que antes, y el dique construido retiene ese caudal en el pequeño mar de Aral del Norte. El resultado es que el nivel del agua se ha elevado en tres metros por primera vez en treinta años, y la vegetación y las aves han vuelto a una zona que estaba desertificada. La mayor afluencia de agua dulce redujo la salinidad y abre nuevas perspectivas a la industria pesquera. Lo más importante es que el dique ha devuelto la esperanza a los habitantes de Aralsk, “algo que hasta hace poco escaseaba por aquí tanto como el agua”, comenta Aitbai Kuserbaliv, alcalde de la ciudad.
Por desgracia, el dique va a ceder bajo la presión de las lluvias y del aumento del nivel del mar. En 1998 cedieron entre tres y cinco kilómetros, y el agua pasó al mar de Aral del Sur. Según los funcionarios kazakos, el proyecto no podrá sufragarse si no consiguen los 15 millones de dólares que han pedido al Banco Mundial para construir una estructura permanente. “Les he escrito hace varios meses y sigo sin noticias”, explica el alcalde. Parece verosímil que el Banco Mundial aporte alguna financiación, habida cuenta de que están en juego la supervivencia de un mar recobrado, el trabajo de docenas de obreros y la subsistencia de varios centenares de pescadores afectados. “Hemos llegado a la conclusión de que ese dique es necesario y los fondos están al llegar”, declara Lennarts.
Incluso si el Banco Mundial financia el proyecto, sólo salvará la parte más pequeña del mar de Aral. Para mantener en su nivel actual las aguas del mar de Aral del Sur, hace falta que reciba, como mínimo, 20 km3 de agua al año. Se han propuesto algunos proyectos grandiosos: desviar las aguas de ríos de Siberia o del Mar Caspio, distantes 2.400 km y 500 km respectivamente. El costo de cada uno de esos proyectos sobrepasaría los ocho mil millones de dólares, y los países de Asia Central no tienen esos recursos.
Otra opción consistiría en aumentar el caudal del Amu Daria, lo que amenazaría la agricultura en la región, sobre todo en Uzbekistán, por donde pasa la mayor parte de su curso. Este proyecto podría suscitar una viva resistencia entre los agricultores uzbekos, que dependen directamente de él para regar. “Es una situación sumamente delicada. No se puede detener la agricultura. La población se quedaría sin medios de subsistencia”, explica el profesor Janos Bogardi, experto de la UNESCO en recursos hídricos.
“La prioridad debe ser salvar vidas humanas”
Serían necesarios miles de millones de dólares y varios decenios para introducir nuevas tecnologías y cultivos con menos necesidad de agua. Es harto improbable que Uzbekistán, segundo país exportador de algodón del mundo, acepte renunciar a su principal fuente de ingresos.
Viendo tan remotas las perspectivas de salvar al mar, los expertos y la población local parecen centrarse ahora en tratar de remediar la catástrofe social. Si las condiciones actuales se mantienen, el mar de Aral del Sur habrá desaparecido seguramente dentro de 25 años. “La prioridad debe ser salvar vidas humanas”, afirma Vefa Mustafaev, experto de la UNESCO en hidrología.
Después de diez años de investigación y evaluación, las organizaciones internacionales empiezan a ejecutar algunos de sus proyectos de ayuda a la población proporcionándole agua potable y una mejor atención sanitaria. El Banco Mundial ha financiado la creación de 25 estaciones de control de la calidad del agua potable en toda el Asia Central. Tiene previsto sufragar otros proyectos para mejorar prácticas agrícolas que consumen demasiada agua dulce.
Los expertos estiman que la región necesitará unos veinte mil millones de dólares para actividades ambientales y de desarrollo tales como modernizar la agricultura, reducir la contaminación de los ríos y mejorar el abastecimiento de agua potable. Los países de la región no están en condiciones de hacerlo sin ayuda internacional.
Ahora bien, los recursos naturales de la región permiten albergar alguna esperanza. Los Estados de Asia Central, poseedores de enormes reservas de gas y de petróleo, podrían ser en años venideros uno de los principales actores del sector mundial de la energía. Pero es difícil evaluar cuáles serían las consecuencias para el mar de Aral.
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Valquiria
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